viernes, 5 de junio de 2009

El teatro y la crisis


¿Por qué se discute tanto acerca de la naturaleza del teatro? ¿Qué tiene el teatro que alimenta la necesidad de investigarlo cada vez más por parte de quienes contribuyen a su desarrollo? Sólo puedo decir que el teatro es la representación del mundo por un motivo, porque expone ante los seres humanos una lección magistral de la vida: la de su cambio. Entender este concepto capital quizá nos haga más taoístas, pero lo cierto es que cuando se respira el teatro se piensa en algo tan antiguo como la propia humanidad. Toda ella se ve representada y participa en cada proyecto. No es de extrañar, entonces, que siempre se encuentre en tela de juicio o al límite de expectativas. Por ello, es discutido y discutible. Por ello, es necesario fabricar una opinión.
Cada época, cada sociedad tiene sus etapas de crisis. Y hoy, en España, estamos ante uno de esos graves momentos en los que conviven en el mundo de la escena algunos defectos que hay que solucionar con urgencia:
1) El apego al ombliguismo y a la necesidad de imponer limitados criterios.
2) Una falsa politización de la sociedad.
3) La carencia de intención innovadora, de poeticidad, de afán por encontrar nuevos caminos de libertad expresiva.
4) Que paradójicamente los peores enemigos para el teatro están dentro de la misma profesión.
5) La sumisión a las convenciones y el miedo al fracaso.
6) La excesiva atención prestada a las opiniones de algunos productores y gestores que creen conocer a todos los públicos.
7) El sometimiento de los mismos artistas de las compañías a criterios de éxito verdaderamente incomprensibles.
8) Creer que el público da la felicidad.
Por ello, urge un teatro más vocacional, más honesto, que recorra de nuevo todos los espacios, con una idea multidireccional del hecho artístico. Que no se boicotee a sí mismo. Porque hoy, me dicen, ha vuelto a las salas. Porque me dicen que no se pueden mover las butacas, se venden menos entradas. Que no se puede manchar el oro de las paredes. Que los actores, que los productores, que los críticos marcan el rumbo del teatro, y que los políticos pagan la cultura, crean la cultura, son la cultura... Porque la tradición se ofende si purgamos el interior, lo que dicen que es el corazón del teatro. Nos encanta decir disparates.
¿Cómo representar al ser humano desprogramado en un espacio programado con antelación, previa venta de localidades?
Los teatros no son una garantía para el auténtico teatro. La política y la gestión no hacen necesariamente la auténtica cultura, sino una parte insignificante de ella. Una parte del edificio, una parte del exterior que siempre está deteriorada y nadie sabe explicar por qué.
Yo digo, además, que la esencia del teatro no está en las demostraciones de poder, sino en el interior de cada uno de nosotros. Y, por ello, es el espacio la gran sala de la humanidad, y el movimiento, el dispositivo que le da sentido. El teatro no puede darle la espalda a la modernidad, ni a la posmodernidad, pero tampoco al hecho poético entendido como espacio y movimiento, ni a la acotación, ni a la imagen, ni a los cambios de una energía incesante y honesta.
La obra teatral debe tener aliento poético. Hay que devolver al teatro esta característica esencial, pero desde el principio, desde la primera piedra, desde la escritura, desde el primer silencio del dramaturgo. La palabra o cualquier gesto sólo debe coincidir con uno mismo. Un artista no debe igualarse con nadie. Debe parecerse a quien es en realidad. Y ahí buscarse hasta caer muy dentro de uno. Allí se encontrará. Y los tópicos de la representación ya no constituirán un impedimento porque todo es posible en cualquier lugar del mundo. Porque las mejores son las revoluciones interiores del ser, las únicas en realidad. En ese modelo sí creo. En este salto al vacío. En la emoción que mueve la satisfacción estética, en el descubrimiento del conocimiento y no en la mera exposición de experiencias soporíferas. En una mirada crítica, más objetiva, que esquematiza lo humano, más rica en cuanto genera una mayor autonomía respecto del autor, más visual, sonora, simultaneísta, carnal, tecnológica...
El arte debe estar siempre al margen o contra las luchas del poder. La libertad expresiva sólo puede alcanzarse con una actitud de despojamiento. Y no importarán las consecuencias porque siempre hay soluciones para llegar a esta forma de libertad. Nadie, ningún poder, ninguna marioneta pública o privada ha podido, ni podrá evitar esto.

1 comentario:

  1. El camino más fácil y más difícil.
    Lo esencial convertido en locura.

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