Por fin, la música, la paz. A veces me gustaría tener tres manos, sólo tres. He tocado varias horas; mis muñecas y mis dedos, destrozados. Pero he renacido de nuevo. Y de repente, el mundo se ha quedado tan pequeño... Casi ha dejado de existir. Me rodea una franja de humo, suspendida en el aire. La brisa golpea con insistencia la ventana y me despierta definitivamente. Escucho las caricias de mis últimas notas. Todo se va disipando, pero aún flotan algunos ecos, algunos colores, algunas imágenes casi borrosas, nada de palabras.
martes, 18 de agosto de 2009
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