sábado, 5 de septiembre de 2009

El pianista

El pianista ve un cuerpo extendido sobre las teclas.
No se atreve a tocarlo.
Es un hombre tímido.
Los sonidos le tientan.

Se hace el oscuro.
La belleza sobre las teclas.
La belleza bebe ron.
Es transparente.
Y todo parece confuso.
Es una resaca cruel.

Los arpegios en las sienes provocan migraña.
La luz intermitente.
Tanta gravedad, tanto pedaleo.

El pianista escucha los gemidos,
los matices, los estacatos, la cadencia
a punto de llegar al orgasmo,
a un sufrimiento extremo.

El pianista extiende su miembro viril sobre el teclado.
Tal vez así comprenda el piano que la belleza no puede controlarse.

El cuerpo extendido provoca el encuentro.
Culo en pompa.
El pianista es un acróbata burgués.

Hay que concluir la pieza.
Cuando eyacula, el instrumento termina de desarmarse.
El intérprete contempla su piano hecho añicos.
El público aplaude la imagen del pianista
que cae rendido sobre los restos de su obra.

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