Cada emoción es extraña. Los días son extraños. Los tiempos y los espacios, tan extraños. Los sentimientos navegan por la extrañeza. Las miradas, los rostros, las manos repletas de extrañeza. Los abrazos, extraños. Los labios siguen hablando extrañezas. Y, a veces, las palabras se extrañan de sentirse tan extrañas. Los cuerpos se extrañan, claro. Y los políticos, los dioses, los antiguos y los nuevos, hablan extrañezas; son tan extraños, ¿verdad? Y nosotros, que también somos tan extraños a nosotros mismos, ¿de qué nos extrañamos?
martes, 6 de diciembre de 2011
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