viernes, 6 de julio de 2012

Una noche del siglo... (2009)

Respirar después de un día.
Un día que llega después del último día de la humanidad.
Mi siglo llega después del siglo.
Una leve respiración de futuro.
Sin pasado.
Trazos, trazos de un porvenir cibernético.
Cómodas butacas.
Para verlo todo.
A los muertos, a los vivos.
A los visionarios.
Contempla al meteoro caer.
Viaja al fin de ti mismo.
Y ese es nuestro siglo.
Explota dentro de ti.
Todo lo que eres.
Lo que fuiste en la eternidad.
Olvidarme de ella.
Saber que estoy sin estar.
Morir dentro de mí mismo y detenerme en un lugar diferente.
Todo a la vez es posible en mi siglo.
Cerrar los ojos.
El siglo de la sospecha, de los tímidos.
Cerrarlos para saber que no hemos muerto.
Mi siglo se olvida de la retórica.
Mi siglo no es el momento de la historia.
Mi siglo ha suprimido la historia.
Mi siglo se cierra y duerme para olvidarlo todo.
Empezar de nuevo.
Desde una isla.
Una representación aislada.
Pero con muchas islas.
Todas las voces.
Todas las voces.
Al mismo tiempo, ninguna.
La del olvido.
Mi siglo ha olvidado en qué siglo está.
La épica científica.
La épica.
La épica de un solo ser.
La épica de una nube.
Del arbusto.
De la roca.
De la mirada.
La nueva ciencia no sabe lo que ve.
Aunque también ve lo que sabe.
La nueva ciencia lo abarca todo.
Menos lo sutil.
El instante, el gesto, el mito.
Los viajeros sutiles.
Los enemigos y un cuerpo para la esperanza.
Un cuerpo de siglo.
Un cuerpo desnudo de siglo.
Un cuerpo que redondee la naturaleza de las cosas.
La naturaleza de las cosas invisibles.
Un mito del siglo.
Un mito imposible.
Un mito virtual.
Me ves y no me ves.
Me tocas.
Me tocas.
Soy la carne de un mito.
Una realidad paralela.
Un canal entre las mentes.
Mi siglo se impone.
Mi siglo desea abrazarme o estrangularme con su silencio.
Mi siglo.
Mi espacio innombrable.
Global, interactivo, suicida.
Te conozco mejor.
Te conozco si me lees.
Te veo entre las frases.
Y hasta me llegan tus comentarios.
Escribe.
Escríbeme.
Juntos pintaremos sus bordes.
Sus límites sin tiempo.
Sus límites frágiles, paralelos.
Mi siglo necesita una pantalla, un modelo de conciencia.
Mi siglo habla en silencio.
Desnuda la voz.
Desnuda el pensamiento.
Y enmascara la luz.
Enmascara la mirada.
Cierra los ojos.
Ciérralos.
Y vuelve a mirar el brillo o el parpadeo de una noche que dura un siglo. 



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